La militarización de Bariloche
(AW) La muerte de tres jóvenes a manos de la policía de Río Negro en esa ciudad, merece recordar un hecho sucedido hace exactamente cinco años, ninguneado por los medios de comunicación comerciales.
Por Alejandro Haddad
Viernes 18 de junio de 2010, Agencia Walsh.
En menos de 48 horas, tres personas han sido muertas por la policía de Río Negro al tiempo que otras veinte resultaron heridas (dos de ellas de extrema gravedad). Se trata de una de las policías más represoras de la argentina, cuyo accionar estuvo apoyado por el grupo antimotines BORA. Se trata de policías nacidos y criados en los mismos barrios marginales de la ciudad, vecinos de esos chicos que mataron. Pobres contra pobres. La mayoría de ellos de ascendencia mapuche. Mapuches contra mapuches, como en la época del genocida Julio Argentino Roca y su excursión militar a las tierras patagónicas en las que usaba mapuche rehenes y extorsionados para combatir a sus hermanos. Un uso típico de los estados expansionistas.
Esta situación de sacar a la policía a las calles a combatir a sus hermanos no es la primera.
En el año 2005 Bariloche fue militarizada durante casi un mes. En esa oportunidad, un joven de diecisiete años había matado de un balazo en la cabeza a un remisero. Tanto el joven como el remisero provenían de barrios pobres. Los transportistas (remiseros, taxistas y colectiveros) comenzaron una huelga de 48 horas exigiendo justicia; exigiendo “mano dura”. Rápidamente, se sumaron al reclamo las castas más altas de la sociedad barilochense (muchos de ellos receptores felices de los jerarcas nazis) y los medios de comunicación comerciales.
Como pocas veces sucede, el poder político escuchó el reclamo “popular” de “mano dura” y sacó a las calles a todo su accionar represivo. La policía provincial, el grupo BORA (a quien se le pidió un refuerzo de 40 efectivos provenientes de otras partes de la provincia, principalmente de Roca), la gendarmería y la prefectura, fueron puestos en alerta y salieron a patrullar los barrios del Alto. El gobierno nacional, responsable directo de instituciones como gendarmería y prefectura, hizo un silencio cómplice.
En esos días se podía ver a gendarmes patrullando las calles de los barrios con escopetas tipo Itakas, descuidando la función para la que había sido creada: custodiar las fronteras y rutas nacionales. No había clima de desestabilización social, y por lo tanto, la gendarmería estaba de más en esas calles.
La prevención dio resultado. El joven asesino se arrepintió, llanto mediante, de lo que había hecho, y pidió unas disculpas que nadie escuchó. Fue detenido y trasladado a un instituto de menores hasta esperar el juicio. Es decir, fue separado de su familia y de la marginalidad del barrio que lo volvió un ocasional asesino. Pero las fuerzas represivas siguieron cumpliendo órdenes. Detuvieron a más de una docena de menores de edad alojándolos en comisarías donde pasaron noches en calidad de “desaparecidos”, ya que sus detenciones no fueron declaradas. Viajeros de colectivos eran arbitrariamente arrancados de los transportes y obligados a presentar documentación. Algunos de ellos sufrieron el destrozo de sus cartas de identidad. El barrio 34 de abril, uno de los más pobres del Alto y considerado como uno de los más “peligrosos”, se militarizó a tal punto que en esos días se corrió la voz de instalar una comisaría allí mismo.
Los medios comerciales nacionales invisibilizaron la situación a pesar de las constantes denuncias de vecinos sensibles y de organizaciones de Derechos Humanos asentadas en la ciudad.
La militarización fue tan grosera que hasta las propias voces que exigían “mano dura”, salieron a pedir por los mismos medios de comunicación que se sumaron a sus reclamos, a pedir que se baje el tenor represivo. Finalmente, y luego de más de veinte días en que la zona del Alto, la más pobre y marginada de la ciudad de Bariloche, viviera un virtual clima de estado de sitio, las fuerzas represivas se replegaron a cuarteles de invierno… Hasta hoy.
Vale destacar que la ciudad en cuestión posee a casi todas las fuerzas represivas con las que cuenta el estado. Policía provincial, grupo antimotines, gendarmería, prefectura, ejército y policía aeroportuaria.
Si vale otro dato, la policía provincial de Río Negro es una de las peores pagas del país a pesar de vivir en una de las localidades con un costo de vida superior a la media nacional. En 2005 cobraban 500 pesos de básico, la mitad de lo que cobraba un docente mal pago. Para la época, el alquiler de un monoambiente costaba exactamente ese dinero. La ironía que siempre nos presenta este sistema económico, se ha traducido en una huelga de policías que fue reprimida por sus propios compañeros del BORA. Reprimidos represores…
¿Será que después de este hecho de gatillo fácil, selectivo, contra sus propios jóvenes vecinos, la policía regrese a uno de los pocos modos de protesta que tienen los trabajadores pobres? ¿Será que, para seguir sobreviviendo, la policía se vuelva a volcar sobre aquellos a quienes asesina para sumar fuerzas a sus reclamos salariales?
¿Será que algún día les llegue un espejo a las comisarías y la policía pueda ver que su rostro avejentado por la pobreza es el mismo de aquellos a quienes mata?
Alejandro Haddad
Agencia Rodolfo Walsh
(AW) La muerte de tres jóvenes a manos de la policía de Río Negro en esa ciudad, merece recordar un hecho sucedido hace exactamente cinco años, ninguneado por los medios de comunicación comerciales.
Por Alejandro Haddad
Viernes 18 de junio de 2010, Agencia Walsh.
En menos de 48 horas, tres personas han sido muertas por la policía de Río Negro al tiempo que otras veinte resultaron heridas (dos de ellas de extrema gravedad). Se trata de una de las policías más represoras de la argentina, cuyo accionar estuvo apoyado por el grupo antimotines BORA. Se trata de policías nacidos y criados en los mismos barrios marginales de la ciudad, vecinos de esos chicos que mataron. Pobres contra pobres. La mayoría de ellos de ascendencia mapuche. Mapuches contra mapuches, como en la época del genocida Julio Argentino Roca y su excursión militar a las tierras patagónicas en las que usaba mapuche rehenes y extorsionados para combatir a sus hermanos. Un uso típico de los estados expansionistas.
Esta situación de sacar a la policía a las calles a combatir a sus hermanos no es la primera.
En el año 2005 Bariloche fue militarizada durante casi un mes. En esa oportunidad, un joven de diecisiete años había matado de un balazo en la cabeza a un remisero. Tanto el joven como el remisero provenían de barrios pobres. Los transportistas (remiseros, taxistas y colectiveros) comenzaron una huelga de 48 horas exigiendo justicia; exigiendo “mano dura”. Rápidamente, se sumaron al reclamo las castas más altas de la sociedad barilochense (muchos de ellos receptores felices de los jerarcas nazis) y los medios de comunicación comerciales.
Como pocas veces sucede, el poder político escuchó el reclamo “popular” de “mano dura” y sacó a las calles a todo su accionar represivo. La policía provincial, el grupo BORA (a quien se le pidió un refuerzo de 40 efectivos provenientes de otras partes de la provincia, principalmente de Roca), la gendarmería y la prefectura, fueron puestos en alerta y salieron a patrullar los barrios del Alto. El gobierno nacional, responsable directo de instituciones como gendarmería y prefectura, hizo un silencio cómplice.
En esos días se podía ver a gendarmes patrullando las calles de los barrios con escopetas tipo Itakas, descuidando la función para la que había sido creada: custodiar las fronteras y rutas nacionales. No había clima de desestabilización social, y por lo tanto, la gendarmería estaba de más en esas calles.
La prevención dio resultado. El joven asesino se arrepintió, llanto mediante, de lo que había hecho, y pidió unas disculpas que nadie escuchó. Fue detenido y trasladado a un instituto de menores hasta esperar el juicio. Es decir, fue separado de su familia y de la marginalidad del barrio que lo volvió un ocasional asesino. Pero las fuerzas represivas siguieron cumpliendo órdenes. Detuvieron a más de una docena de menores de edad alojándolos en comisarías donde pasaron noches en calidad de “desaparecidos”, ya que sus detenciones no fueron declaradas. Viajeros de colectivos eran arbitrariamente arrancados de los transportes y obligados a presentar documentación. Algunos de ellos sufrieron el destrozo de sus cartas de identidad. El barrio 34 de abril, uno de los más pobres del Alto y considerado como uno de los más “peligrosos”, se militarizó a tal punto que en esos días se corrió la voz de instalar una comisaría allí mismo.
Los medios comerciales nacionales invisibilizaron la situación a pesar de las constantes denuncias de vecinos sensibles y de organizaciones de Derechos Humanos asentadas en la ciudad.
La militarización fue tan grosera que hasta las propias voces que exigían “mano dura”, salieron a pedir por los mismos medios de comunicación que se sumaron a sus reclamos, a pedir que se baje el tenor represivo. Finalmente, y luego de más de veinte días en que la zona del Alto, la más pobre y marginada de la ciudad de Bariloche, viviera un virtual clima de estado de sitio, las fuerzas represivas se replegaron a cuarteles de invierno… Hasta hoy.
Vale destacar que la ciudad en cuestión posee a casi todas las fuerzas represivas con las que cuenta el estado. Policía provincial, grupo antimotines, gendarmería, prefectura, ejército y policía aeroportuaria.
Si vale otro dato, la policía provincial de Río Negro es una de las peores pagas del país a pesar de vivir en una de las localidades con un costo de vida superior a la media nacional. En 2005 cobraban 500 pesos de básico, la mitad de lo que cobraba un docente mal pago. Para la época, el alquiler de un monoambiente costaba exactamente ese dinero. La ironía que siempre nos presenta este sistema económico, se ha traducido en una huelga de policías que fue reprimida por sus propios compañeros del BORA. Reprimidos represores…
¿Será que después de este hecho de gatillo fácil, selectivo, contra sus propios jóvenes vecinos, la policía regrese a uno de los pocos modos de protesta que tienen los trabajadores pobres? ¿Será que, para seguir sobreviviendo, la policía se vuelva a volcar sobre aquellos a quienes asesina para sumar fuerzas a sus reclamos salariales?
¿Será que algún día les llegue un espejo a las comisarías y la policía pueda ver que su rostro avejentado por la pobreza es el mismo de aquellos a quienes mata?
Alejandro Haddad
Agencia Rodolfo Walsh
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